Pino me parece más joven personalmente, por lo menos esta mañana se lo ve erguido, más delgado y la ropa oscura que contrasta con su cabello blanco contribuye a crear esa imagen. Al fin él es un experto en imagen. Cuando me acerco y lo veo de pié en la puerta del hotel esa es la primera impresión.
Jenny Luján me había visto descender del auto y preguntó desde lejos si venía por una entrevista y a pesar de mi disculpa por llegar justo cuando salían, ofreciendo volver en otro momento, Pino accedió inmediatamente. Con naturalidad acercó una silla plegable a la mesa del pórtico del Hotel Chilecito, con una seña me invitó a sentarme y desplegó otra silla diciendo:
-No hay problema, charlemos aquí. Tengo unos cinco minutos.
Me parecía muy poco tiempo para la entrevista que imaginaba o tenía en mente. Sin embargo sospeché que esa podía ser la única oportunidad. Confundido, tomé asiento en la silla que había desplegado al lado de la mesa y trataba de resolver mentalmente como empezaría la entrevista.
-Qué lindo clima tienen Uds. en este lugar!
Soltó como para romper el hielo, acomodándose en la silla mientras miraba el parque donde estallan los brotes y el sol de mediodía se colaba por entre las ramas añosas.
Se corrigió el cuello de la campera polar color chocolate, se lo veía de buen humor, pero distante. Parecía estar anticipando mentalmente la salida programada, que yo intuía como la visita de algún lugar abierto donde disfrutaría del aire libre y el viento del valle.
Cruzó las piernas largas, enfundado en un pantalón de gabardina azul deslustrado y puso sobre la mesa prolijamente doblado en pequeños triángulos desde su copa, un sombrero de pesca que me llamó la atención por sus colores, rojo, azul, negro, amarillo, verde, en cuadritos diminutos y chillones.
Alcancé a balbucear algo sobre mi trabajo en Radio Municipal y la difícil construcción de un concepto de medios estatales no oficialistas, tratando de presentarme, mientras Pino miraba a través de unas gafas para sol marrones con marco dorado, que me impedían determinar el movimiento de sus ojos para advertir la reacción a mis preguntas, pero más quería saber por su expresión si atendía lo que le decía o si mientras escuchaba resolvía también arrepentirse por la demora.
Dio el empujón cuando advirtió que yo dudaba mientras elegía mi pregunta, se agitó en la silla y dijo:
-Bueno, que quieres preguntar…
No le interesaba lo que yo hacía o por qué lo hacía. Otra vez lo semblanteo para saber si se decidía por interrumpir esta rara entrevista en tiempos diferentes, para levantarse con una disculpa tosca y retirarse prometiendo otro momento. No podía determinar si prestaba la atención que una entrevista requiere según mi parecer. Se muestra preocupado por el grupo que lo espera del otro lado del parque, sentados en un cordón mirándonos desde los 20 metros de canteros que nos separan.
Sentado, visto de perfil, a pesar de los lentes casi flogger que tiene puestos, visto de cerca bajo la luz de octubre que juega en el follaje oscuro del hotel, me recordó al Perón de Puerta de Hierro que él entrevistara. Por Perón, esa impostura del Líder que algunos llaman carisma, algo en sus gestos disparó el flashback, pero ahora estaba allí, con este Pino que después de largas batallas, carga sobre su conciencia el desafío de construir en dos años una fuerza política nacional, con la nada despreciable pretensión de cambiar el país.
Todo eso está bullendo en el espíritu de este hombre, que se ve más delgado y hasta más joven después de la epopeya de la última elección, al que las gafas no le ocultan los movimientos de sus ojos inquietos, veloces yendo de un lado a otro y que contrastan con la serenidad de su postura y la afable entonación de su voz que dice casi sugiriendo, sin perder energía.
También veo al porteño, que mira con reservas los extraños seres que somos para ellos los habitantes del interior del país. Tal vez es sólo una percepción. No me puedo olvidar de la Hora de los Hornos, donde aquél director reflejara el compromiso que pocos supieron asumir y sostener con coherencia hacia los invisibles.
Pero nos enseñaron a desconfiar de los dirigentes. Este Pino es para nosotros una estrella de TV, con la que Clarín se desquitó en Capital Federal de las andanzas de Kirchnner, o que como dice el propio Pino, fue la alternativa que el progresismo desplazado de la política y que se refugió en la militancia social, encontró para recuperar el espacio que ni la izquierda tradicional y la derecha obtusa pudo contener. Que si lo suyo fue una sorpresa en Capital Federal, también pueden producirse sorpresas en el interior donde entre el 30 al 50 por ciento del electorado no vota, o no participa directamente de las elecciones porque no se siente representado por los mismos de siempre.
Al fin resolví arrancar la entrevista preguntando casi sin pensar lo que decía, mientras luchaba con el mp3 para encender la función de grabación.
Le dije: ¿Cómo puede caracterizar Proyecto Sur?
Y empezó a contar números, resultados, aliados, expectativas. Esa es la otra nota.
Escrito el 13 de octubre de 2009.