Los actos públicos de comunicación son legislables porque deben ser democráticos. Y la democracia, para que no sea meramente proclamada... ¿dónde debe estar en materia de medios de comunicación? Debe estar en la propiedad pluralizada de los medios, en la conciencia audiovisual soberana, en las instituciones autónomas cuya lógica no sea homologable con la reproducción de las más groseras mercancías mediáticas. ¡Pero también debe estar en el habla y en la lengua! No se trata de ser democráticos como si nos persignáramos con palabras obligatorias frente a una teoría política. Pero digamos que la democracia en su extremo más significativo de expresión, es un determinado uso de las palabras. En ese sentido, ¿la lengua común, entendida también como medio de comunicación, es legislable? No lo es. Es lo no legislable por excelencia. ¿Y entonces qué? Ya Sarmiento rechazaba en sus famosos debates chilenos a los “senadores de la lengua”. Combatiendo a los legisladores palaciegos de la gramática, prefería que en el propio juego del hablante se removieran los obstáculos de la lengua. Para confirmarlo, llamaba a una reforma lingüística que fuera la base viva de la creación de nuevos estados. ¿Era posible?
La deficiencia del planteo del joven Sarmiento provenía del hecho de que desmontaba los focos rígidos del lenguaje para facilitar una expansión “americanista” de la lengua, pero siguiendo la ruta de las fuerzas económicas más ostensibles. He allí un problema y no es nada diferente al que va a atravesar a la absorta y desatenta sociedad argentina de ahora en más. Hay sin duda una “economía lingüística”, que puso y pone la lengua como insumo del proyecto económico de los grandes conglomerados mediáticos. Contra esto, el proyecto comunicacional de una sociedad emancipada no debe ser el del disciplinamiento de los grandes núcleos de población que consumirían tanto productos lingüísticos y publicitarios como amaestramiento social. Ejemplificando con la misma cuestión histórica a la que nos referimos y hablando con una crasa terminología actual, diríamos que la reforma ortográfica de Sarmiento estaba demasiado “pegada” a las fuerzas del mercado.
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-Mirar mas allá. Una oportunidad para descubrir lo que podemos como argentinos y latinoamericanos.