El capítulo final del blanqueo pro mega minero de este Gobierno ha demostrado por enésima vez la miseria dirigencial de la mayoría política de La Rioja y el desprecio que ésta tiene por la gente.
Un atado de funcionarios que nunca funcionaron más que para ejercer el simulacro y la mutancia permanente alrededor de la caja pública para asegurarse el único bien común que les ha interesado siempre: el de ellos mismos y el de sus grupos familiares. Los números sociales de La Rioja son irrefutables.
La disputa del año pasado por el poder entre Beder Herrera y Maza fue cualquier cosa menos una puja de ideas, de proyectos, de matrices de desarrollo provincial. Un periodista de Buenos Aires, por aquellos agitados días lo resumió así: "Una bastarda reyerta entre dos pícaros peleando por el feudito riojano".
La llave que impidió la intervención federal en defensa de Maza fue probablemente un trabajoso acuerdo de Beder con Kirchner apoyado básicamente en el desarrollo de la mega minería en La Rioja.
Beder Herrera imitó el target del santacruceño. Asumió el progrecinismo, juntó caritas ad hoc, se tiró a los pies de Cristina, se autopostuló refundador corajudo de La Rioja productiva, abrió sus brazos hipócritas a los derechos humanos setentistas, a la madre de Marita Verón y a Angelelli.
Declaró sobre sí mismo: "Yo estoy hecho", tal vez una de sus pocas verdades.
Lo que no dice – ni tampoco ningún otro dirigente "salvado" - es cómo llegó desde la función pública a ese estado de altísima prosperidad en medio de tantísima pobreza. Y se da el lujo de no decirlo porque en esta provincia aún no hay un fiscal ni un periodista que lo pregunte.
¿Que son las asambleas ciudadanas? Precisamente un espacio genuinamente ético que sale a luchar por la democracia real, por la autodeterminación popular sobre el destino de sus bienes comunes y por el derecho a expresar su desacuerdo, sus preguntas incómodas para el poder y su compromiso con la recuperación de los espacios sociales perdidos por décadas en manos de los muna muneros.
Un espacio social horizontal en crecimiento permanente, que se expande a pulmón, obrando por convencimiento, dispuesto a dar su vida en la construcción de otros mojones de luz para el futuro. Algo realmente incomprensible para tanto monigote con traje mal habido.
Esto molesta y mucho. Incomoda, indaga, desnuda, desenmascara, denuncia y argumenta con solidez y conocimiento, el modus operandi de un sistema de cosas impuesto por décadas para garantizar la fiesta impune de unos pocos atorrantes, que no podrían salir indemnes de una somera investigación seria.
Detrás de la lucha por la defensa del medio ambiente, se han levantado de la siesta y del letargo muchos pueblos en La Rioja.
Esto recién comienza. Es el embrión de un cambio social a más largo plazo que debiera desembocar en una sociedad mayoritariamente más comprometida con el control de su destino.
No importa ya aquí a esta altura repasar en demasía como fue que Beder se arrimó a estos espacios para intentar aprovecharlos en su reyerta intestina.
Lo que importa decir es que en esta última trapisonda, cometió un error definitivo. Saltó una valla desde la cual ya no se regresa más. Fue hasta las propias entrañas del pueblo de pie en defensa de su futuro a decirle que estaba con él, que le respetaría el derecho a su autodeterminación sobre un tema central como el agua y la vida. Y luego de logrado su cometido político, su pequeño turnito de "gloria personal", le acaba de anular ese derecho mandando a "proteger del pueblo" a sus levantamanos con la policía.
Lo más grave de lo que ha sucedido en este culebrón mega minero bederista es que se ha manoseado la dignidad popular en un aspecto muy sensible: les ha otorgado y luego robado el derecho social a decidir sobre el destino de sus vidas. La consulta popular era la chance del respeto a ese derecho constitucional. El misérrimo y manejable Consejo Provincial de Medio Ambiente que quedó en su reemplazo acabó con eso, poniendo blanco sobre negro ante algunos incautos, lo que las asambleas supieron siempre.
No hay traición donde nunca hubo lealtad.
Como en tantos otros aspectos de la vida provincial, la gran pregunta es: ¿Hasta cuando durará la paciencia, temerosa y autocondicionada de la mayoría que apoya el Basta en silencio? Léase bien. Paciencia, no inconciencia. La enorme mayoría de la sociedad sabe al dedillo quien es quien y cómo llegó a donde llegó y por qué sigue libre, vivito y coleando impunemente. Nadie puede aventurar cuanto tardan en madurar los tiempos sociales hasta recuperar la libertad de ejercer el enorme poder que tiene. Este innecesario bastardeo que se ha perpetrado contra el pueblo con la fantochada del medio ambientalismo oficial, tendrá a la larga un costo político tan grande como la oportunidad de cambio positivo que generará para las generaciones venideras.
La gente no quiere venenos químicos en el agua, el aire y la tierra, ni saqueos de sus bienes comunes naturales. Pero lo más importante es que a raíz de esto también se va animando a decir cada vez más fuertemente que tampoco quiere más veneno seudo democrático ni saqueos a otros bienes comunes sociales, como son los económicos, educativos, sanitarios, habitacionales, alimentarios y culturales.
La resistencia social a la mentira organizada está decidida. Del otro lado, el régimen encubierto responderá con todo. Si no le alcanza con las injurias y los insultos, con las discriminaciones y los cercos policiales, con el quíntuple discurso y el rancio populismo paternalista, volverán los aprietes patoteriles, las judicializaciones a celular y tal vez algo peor. La vieja política rosquera sabe mejor que nadie la amenaza que simbolizan las asambleas para su continuidad. Estas saben también que la horizontalidad y la socialización de la verdad son su fortaleza y que deben seguir organizándola.
Y eso está sucediendo: apenas en dos años se han multiplicado seis veces, se han provincializado y su lucha ya trasciende la Provincia siendo hoy aplaudida con admiración y respeto en todo el país y se expande hacia el extranjero.