La chica llegó de Río. Ahí se ve... ¡tan blanquita! Salió de aquí menuda, no diferenciaba en nada de las otras chicas de la escuela municipal. Fue el padrino quien
Preá... otro nombre no tiene. Quien podría haber dicho era la vieja, pero murió sin que nadie se acordase de preguntarle. Para la mayoría del pueblo de Farinhada, hoy parece que él siempre estuvo allí, que siempre fue así, una cosa del pueblito como la iglesia, el puente sobre el riachuelo, los bancos de cemento de
Preá no sabe qué cosa es ésta aconteciendo adentro de él. Comenzó cuando dio con los ojos en
La muerte de la abuela cambió poca cosa en la vida de Preá. La tristeza que le dio, poco a poco se fue acabando. De noche, solo, la casita parecía mayor y más vacía, por un tiempo. Lo demás, quedó todo igual, sólo que no necesita más llevar la lata de comida para casa. Apoyado en la puerta de la cocina de cualquiera, recibe el plato con lo que venga, come allí mismo, "gracias, doña, hasta mañana". Desde el comienzo hubo una especie de contrato, ni escrito ni hablado, entre Preá y el pueblo de Farinhada. El chico hacía cualquier servicio que pudiera, para quien pidiera, sin poner precio y ni recibir pago. Del otro lado, nadie le negaba una taza de café, un plato de comida, una ropa vieja o, cuando se hizo mayorcito, un trago de caña o un paquete de cigarrillo barato. Bueno como nadie para hacer un mandado que tenga prisa, llevar recados urgentes, llevar paquete, buscar la herramienta o el carretel que falta para terminar un trabajo. Fue creciendo, aprendiendo otros servicios, artes, se le pueden pedir muchas cosas. El contrato con el pueblo continúa igual. Preá, fiel, siempre en la placita o en la calle del medio, al alcance de un grito. Cuando no tiene servicio, se recuesta en la pared... espera. Jamás sale del pueblo. Su casilla en la punta de la calle es el límite del mundo. En el mundo rural de Farinhada, Preá es urbano, de la parca urbanidad de ese pueblito.
El día de Preá, que comienza cuando la barra del sol raya por encima de la Serra del Pilão, se vuelve de nuevo noche cuando la chica aparece en la plaza, alta
La chica allá sentada en la plaza, debajo del naranjo, cercada por las otras que quieren ser como ella, hablando, gesticulando, mostrándose. Los muchachos vuelven más temprano del rozado, se bañan, se perfuman, visten la ropa del San Juan y van a verla con la esperanza de ser vistos. Preá no tuvo ropa nueva en el San Juan, por fuera es el Preá de siempre, adentro sólo la luz de
Farinhada toda ya sabe del amor de Preá y de la exigencia de
Preá no vivió jueves, ni viernes, ni sábado. Nada vio, nada oyó, ni durmió ni despertó. Flotó desencarnado en alguna dimensión misteriosa. Volvió al mundo con el sonido de
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PARA LA VIDA, PARA EL 2009, PARA EL PAÍS
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