Imagen: Newsweek 10-02-2009
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uy cerca de la frontera con Gales, sobresale una ciudad repleta de edificios estilo Tudor. No es el histórico aire medieval de Shrewsbury, ni las preciosas flores que cultivan sus habitantes, lo que atrae por estos días la mirada de todo el mundo. Allí nació, el 12 de febrero de 1809 Charles "Bobby" Darwin. Aquí, allá y en todas partes se festejan los 200 años del hombre que cambió para siempre nuestra manera de entender la vida y nuestro lugar entre los animales. Las celebraciones están teñidas de colores vívidos no sólo por la vigencia de las ideas de Charles Darwin, sino también por la oposición que siguen generando en todo el mundo.
Dos libros pueden reclamar el calificativo de "revolucionarios" en la historia de la humanidad. Uno es el best-seller absoluto de los últimos dos milenios: la "Biblia". El otro se ubica en sus antípodas: "El origen de las especies" se publicó hace 150 años, vendió su primera tirada en un día y desterró la necesidad de recurrir a un ser sobrenatural para explicar el origen del mundo y sus habitantes.
Si el primer libro tiene una autoría compartida y difusa, en el segundo no queda ninguna duda del copyright. Muy pocos se hubieran atrevido en la época victoriana a nadar tan fervientemente contra la corriente. El propio Darwin se tomó dos décadas para sopesar la teoría antes de publicarla. Y sólo se animó a imprimirla, pensando que cometía el equivalente a un crimen, cuando su colega y amigo Alfred Russell Wallace le advirtió que había llegado a una idea similar y la publicaría. Una vez que el volumen apareció en las librerías, el 22 de noviembre de 1859, ni Charles Darwin ni el mundo fueron los mismos. De inmediato, se formaron dos bandos. Uno a favor de la teoría de la evolución, que reunió a algunas de las mentes más brillantes de su tiempo. Otro en contra, en el que no faltaban científicos amurallados en los ropajes de la religión cristiana.
Mejorada con los aportes de la genética, la teoría de la evolución constituye hoy el paradigma de la biología. Sin embargo, todavía hay voces que se levantan en su contra desde los templos y también desde algunas escuelas y ciertos gobiernos.
No se reconoce lo suficiente el impacto de las ideas del naturalista inglés. "Darwin provocó la revolución antropológica, cultural e ideológica más profunda y amplia derivada de una teoría científica en toda la historia", asegura Héctor Palma, doctor en filosofía de la ciencia. Según el Secretario de Investigaciones de la Universidad Nacional de San Martín, al eliminar la idea del hombre hecho a imagen y semejanza del creador como culminación de la creación y con un lugar privilegiado en el mundo, Darwin se ganó el odio de los ortodoxos religiosos.
Pero los científicos lo adoran como a un santo patrono, con perdón de la metáfora. Y nadie duda de que Darwin dejó una huella formidable en nuestra forma de pensar el mundo moderno.
Muerto Darwin, viva Darwin
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