sábado, 8 de abril de 2006

Sueño de libertad

Por Oscar Taffetani*. Espartaco es un nombre de origen griego. Quiere decir “el que siembra”. Nadie recuerda el nombre de un esclavo tracio que fue llevado como gladiador al circo romano, en el 70 antes de Cristo. Pero todos saben que Espartaco es el nombre del líder de la más importante rebelión de esclavos que conoció el mundo antiguo.

Siglos después, al otro lado del Atlántico, otro esclavo llamado Breda (por la plantación en la que había nacido) acaudilló el primer grito emancipatorio de América. Breda propuso -tremenda osadía- que la consigna “Libertad, Igualdad, Fraternidad” echada a los cuatro vientos por la Revolución Francesa, valiera también... para los negros de Haití.

Hoy nadie recuerda a un esclavo haitiano llamado Breda. Pero sí recuerdan, la memoria popular y los diccionarios, a Toussaint Louverture (Louverture quiere decir, en créole, El Comienzo).

A diferencia de los linajes imperiales, de la “sangre azul” y los frondosos árboles genealógicos que suelen cultivar los dueños de la tierra, los esclavos no tienen otro abolengo que su sangre roja -siempre roja- ni otra herencia que los callos de sus manos y que su esperanza.

Son un presente perpetuo. Y un sueño, nunca abandonado, de libertad.

Los nuevos esclavos

Cuatro chicos, una mujer y un hombre -dicen los diarios- murieron el jueves 30 de marzo, en el incendio de un taller textil que funcionaba en el barrio de Caballito, Buenos Aires.

El jefe de Gobierno porteño, Jorge Telerman, alertado sobre “otro posible Cromañón”, llegó rápidamente al lugar. Allí le informaron que el taller incendiado contaba con la debida habilitación municipal. Y también, que en ese taller había “trabajo esclavo”.

Autoridades nacionales y municipales se lanzaron al conocido juego de las acusaciones mutuas, por las tareas incumplidas de un Estado ausente (o cómplice, digámoslo con propiedad) que permite que el trabajo inseguro, ilegal y en condiciones de esclavitud crezca hasta proporciones nunca vistas, en pleno siglo XXI.

Un diario argentino publicó, el pasado domingo, que habría en Buenos Aires unos 12 mil obreros textiles bolivianos y peruanos, trabajando en condiciones de esclavitud.

La Unión de Trabajadores Costureros, modesto sindicato de una más modesta cooperativa de trabajadores bolivianos, presentó más de cien denuncias sobre talleres ilegales, que hasta ahora no habían sido escuchadas. Ellos calculan que son tres mil los trabajadores sometidos a un régimen de esclavitud, sólo en la ciudad de Buenos Aires.

En cuanto al trágico incendio de Caballito, todavía no se han publicado los nombres de los cuatro niños muertos allí. Los medios evalúan, tal vez, que es un detalle que poco aporta al conocimiento de los hechos. Sí trascendió -por denuncia de su marido- el nombre de Máxima, una obrera boliviana que habría perecido, junto a sus dos hijos, al no poder salir del local.

Paradójicamente -pensamos- a la hora en que Máxima moría asfixiada en un taller-ratonera, donde su vida no valía más que una pila de jeans para cortar, otra Máxima, princesa de Holanda, se hallaba visitando, junto a la reina Beatriz, los palacios ministeriales argentinos.

Reina y Princesa daban clases de “moda real” (así dijeron los diarios) a ministros, funcionarios y admiradores.

La Máxima de “sangre azul”, probablemente, nunca se enteró de que otra Máxima, esclava, murió con sus hijos en el barrio de Caballito, un jueves de marzo del siglo XXI, sin poder alcanzar su esquivo sueño de libertad.

* Artículo publicado en la Agencia Pelota de Trapo
(APE).http://www.cta.org.ar/base/acta.php3?id_mot=358

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"Hoy nos encontramos en una nueva fase de la humanidad. Todos estamos regresando a nuestra casa común, la Tierra: los pueblos, las sociedades, las culturas y las religiones. Intercambiando experiencias y valores, todos nos enriquecemos y nos completamos mutuamente. (…)

(...) Vamos a reír, a llorar y a aprender. Aprender especialmente cómo casar Cielo y Tierra, es decir, cómo combinar lo cotidiano con lo sorprendente, la inmanencia opaca de los días con la trascendencia radiante del espíritu, la vida en plena libertad con la muerte simbolizada como un unirse a los antepasados, la felicidad discreta de este mundo con la gran promesa de la eternidad. Y al final habremos descubierto mil razones para vivir más y mejor, todos juntos, como una gran familia, en la misma Aldea Común, bella y generosa, el planeta Tierra."

Leonardo Boff, Casamento entre o céu e a terra. Salamandra, Rio de Janeiro, 2001.pg09

Hacia un Socialismo Nuevo La Utopía continúa

¿Qué cambios hemos experimentado en función de las lecciones que nos ha dado la historia? ¿Qué actitudes, qué acciones son de esperar hoy de una militancia socialista? Nadie nace socialista, el socialista se hace. Personalmente y comunitariamente. Hay valores referenciales, eso sí, que son columnas maestras del socialismo nuevo: la dignidad humana, la igualdad social, la libertad, la corresponsabilidad, la participación, la garantía de alimento, salud, educación, vivienda, trabajo, la ecología integral, la propiedad relativizada porque sobre ella pesa una hipoteca social.

La Utopía continúa, a pesar de todos los pesares. Escandalosamente desactualizada en esta hora de pragmatismo, de productividad a toda costa, de postmodernidad escarmentada. La Utopía de que hablamos la compartimos con millones de personas que nos han precedido, dando incluso la sangre, y con millones que hoy viven y luchan y marchan y cantan. Esta Utopía está en construcción; somos obreros de la Utopía. La proclamamos y la hacemos; es don de Dios y conquista nuestra. Con esta «agenda utópica» en la mano y en el corazón, queremos «dar razón de nuestra esperanza»; anunciamos e intentamos vivir, con humildad y con pasión, una esperanza coherente, creativa, subversivamente transformadora.

Pedro CASALDÁLIGA

Para probar si sos human@


UTOPÍAS


Cómo voy a creer / dijo el fulano
que el mundo se quedó sin utopías

cómo voy a creer
que la esperanza es un olvido
o que el placer una tristeza

cómo voy a creer / dijo el fulano
que el universo es una ruina
aunque lo sea
o que la muerte es el silencio
aunque lo sea

cómo voy a creer
que el horizonte es la frontera
que el mar es nadie
que la noche es nada

cómo voy a creer / dijo el fulano
que tu cuerpo / mengana
no es algo más de lo que palpo
o que tu amor
ese remoto amor que me destinas
no es el desnudo de tus ojos
la parsimonia de tus manos
cómo voy a creer / mengana austral
que sos tan sólo lo que miro
acaricio o penetro

cómo voy a creer / dijo el fulano
que la útopia ya no existe
si vos / mengana dulce
osada / eterna
si vos / sos mi utopía


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Escrito por "Mario Benedetti"
Tomado de "Praxis del fulano" del libro "Las soledades de babel"

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