domingo, 15 de abril de 2007

Entregar la vida, nunca la Esperanza.


Asesinar el clamor social para consagrar la desigualdad como modelo de sociedad que no sólo margina y excluye sino que institucionaliza la eliminación del hombre y no la eliminación del hambre, es un crimen de dimensiones abrumadoras.
En un país que produce alimento para el mundo, que exhibe récord de superávit, cuando ese ingreso excedente es producto de una irracional sobreexplotación de nuestros recursos naturales que generan esta coyuntura excepcional, pero que a la vez siembra un desolador panorama hacia el futuro; producto del agotamiento de esas fuentes no renovables en tanto no se articula ningún proyecto integrador o inclusivo, es dicho de otro modo, un suicidio colectivo.
La distribución de la riqueza no es una demanda sectorial, es un imperativo del desarrollo sostenible. Los recursos económicos extraordinarios de hoy deberían aplicarse a la promoción de los recursos humanos, para que una formación integral, no sólo tecnológica basada en la competencia sino verdaderamente humanística, habilite nuevas proyecciones a las generaciones presentes y futuras cuyo derecho a un mundo mejor no puede ser negado, conculcado o prescripto.
Creemos, tenemos la convicción que un mundo mejor es posible. No le hacemos lugar a los intentos de abolir la esperanza por decreto o de asesinarla en las calles, en las manos vacías y en los estómagos inflamados de tantos seres a los que estamos solidaria y concientemente comprometidos. Por que el futuro, nuestro futuro, el futuro de la humanidad, es un destino de salvarse con todos.
En esa senda seguimos andando, con el clamor de nuestros mártires. Los que trascienden públicamente y con aquellos a los que les arrancan la vida negados por el silencio o el anonimato. Seguimos andando con el impulso de nuestros niños y jóvenes que nos movilizan con la energía del presente y la urgencia del mañana. Ese mañana mejor que nos alentamos a construir entre todos y para todos. Diciendo y haciendo con el mismo latido de cada ser que conforma el planeta un categórico Sí a la Vida.
Esa que bulle en los ríos y mares, en las entrañas de nuestras montañas, debajo de la corteza terrestre, la que moviliza cada milímetro cúbico de savia vegetal en nuestros bosques, igualando el torrente calido de las pulsaciones de cada animal, de cada ser humano.
Ser uno con los demás, es entender profundamente la conciencia que crece en cada ciudadano del mundo sobre la grave emergencia de nuestro proyecto como especie humana, en esta nuestra casa, el planeta. Destino o proyecto que nos implica, con los que piensan igual y los que piensan diferente, pero que por sobre todas las cosas tienen el mismo derecho a estar aquí, a existir. A existir dignamente, que es como decir, a vivir plenamente. Quien niega eso a un solo ser humano no lo está negando a la humanidad, está negando su propia existencia.
Salir de esta noción de fin de la historia, del no hay futuro, del desenfreno del sálvese quién pueda, es una tarea que paciente y con persistente e ininterrumpida entrega llevan adelante miles, millones de seres en el mundo.
Carlos Fuentealba en Neuquén es un testimonio vibrante, no sólo de la brutalidad de las negaciones que mutilan la esperanza, sino precisamente de esa vocación de otro mundo mejor que no se resigna ante el desborde irracional del poder. Vocación que se refuerza en la ejemplaridad de cada destello del espíritu de hombres y mujeres simples, sencillas que alumbran con sus luchas el camino del alba, del amanecer de una nueva civilización fundada en la solidaridad, palabra que designa al fin, la hora de los pueblos.
Este es nuestro desafío. Por los Carlos que se desviven frente a sus escuelas sumergidas en la pobreza. Por los Carlos que resisten el despojo de sus condiciones de vida con salarios miserables. Carlos que confrontan la negación de su derecho a existir, con la celebración permanente del encuentro con los otros, en los que son capaces de reconocerse igualados en sueños y desvelos.
Este es nuestro desafío, aprender del profesor Fuentealba esa ecuación elemental que nos reclama por el presente, por nuestras familias, por nuestros alumnos, por nuestros colegas, los que recién empiezan, como los que aún doblegada su silueta por los años, no entregan su entereza espiritual y todavía siguen exigiendo el derecho a participar de esta Argentina que sorprende con su desigual resurrección económica.
Por él, por todos, nos alentamos a pesar de los pesares, a seguir haciendo camino al andar. Para responder Presente, a Carlos Fuentealba. Ahora y siempre.-

Prof. Ricardo Gaitán
Chilecito, 14 de abril de 2007.-

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"Hoy nos encontramos en una nueva fase de la humanidad. Todos estamos regresando a nuestra casa común, la Tierra: los pueblos, las sociedades, las culturas y las religiones. Intercambiando experiencias y valores, todos nos enriquecemos y nos completamos mutuamente. (…)

(...) Vamos a reír, a llorar y a aprender. Aprender especialmente cómo casar Cielo y Tierra, es decir, cómo combinar lo cotidiano con lo sorprendente, la inmanencia opaca de los días con la trascendencia radiante del espíritu, la vida en plena libertad con la muerte simbolizada como un unirse a los antepasados, la felicidad discreta de este mundo con la gran promesa de la eternidad. Y al final habremos descubierto mil razones para vivir más y mejor, todos juntos, como una gran familia, en la misma Aldea Común, bella y generosa, el planeta Tierra."

Leonardo Boff, Casamento entre o céu e a terra. Salamandra, Rio de Janeiro, 2001.pg09

Hacia un Socialismo Nuevo La Utopía continúa

¿Qué cambios hemos experimentado en función de las lecciones que nos ha dado la historia? ¿Qué actitudes, qué acciones son de esperar hoy de una militancia socialista? Nadie nace socialista, el socialista se hace. Personalmente y comunitariamente. Hay valores referenciales, eso sí, que son columnas maestras del socialismo nuevo: la dignidad humana, la igualdad social, la libertad, la corresponsabilidad, la participación, la garantía de alimento, salud, educación, vivienda, trabajo, la ecología integral, la propiedad relativizada porque sobre ella pesa una hipoteca social.

La Utopía continúa, a pesar de todos los pesares. Escandalosamente desactualizada en esta hora de pragmatismo, de productividad a toda costa, de postmodernidad escarmentada. La Utopía de que hablamos la compartimos con millones de personas que nos han precedido, dando incluso la sangre, y con millones que hoy viven y luchan y marchan y cantan. Esta Utopía está en construcción; somos obreros de la Utopía. La proclamamos y la hacemos; es don de Dios y conquista nuestra. Con esta «agenda utópica» en la mano y en el corazón, queremos «dar razón de nuestra esperanza»; anunciamos e intentamos vivir, con humildad y con pasión, una esperanza coherente, creativa, subversivamente transformadora.

Pedro CASALDÁLIGA

Para probar si sos human@


UTOPÍAS


Cómo voy a creer / dijo el fulano
que el mundo se quedó sin utopías

cómo voy a creer
que la esperanza es un olvido
o que el placer una tristeza

cómo voy a creer / dijo el fulano
que el universo es una ruina
aunque lo sea
o que la muerte es el silencio
aunque lo sea

cómo voy a creer
que el horizonte es la frontera
que el mar es nadie
que la noche es nada

cómo voy a creer / dijo el fulano
que tu cuerpo / mengana
no es algo más de lo que palpo
o que tu amor
ese remoto amor que me destinas
no es el desnudo de tus ojos
la parsimonia de tus manos
cómo voy a creer / mengana austral
que sos tan sólo lo que miro
acaricio o penetro

cómo voy a creer / dijo el fulano
que la útopia ya no existe
si vos / mengana dulce
osada / eterna
si vos / sos mi utopía


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Escrito por "Mario Benedetti"
Tomado de "Praxis del fulano" del libro "Las soledades de babel"

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