martes, 23 de diciembre de 2008

VASTO MUNDO

María Valeria Rezende
La chica llegó de Río. Ahí se ve... ¡tan blanquita! Salió de aquí menuda, no diferenciaba en nada de las otras chicas de la escuela municipal. Fue el padrino quien la llevó. Volvió esa muchacha. Vino a pasar el San Juan. En medio a las otras chicas, frente a la iglesia, ella ahora se diferencia todavía más. El vestido bonito, más altura, las uñas largas y rojas, moviendo los brazos, dando vueltas y meneos mientras habla. Y habla sin parar. Las otras, más campesinas todavía junto a ella, son apenas marco para el cuadro. Para los ojos de Preá, ni marco. No existen. No existe más la iglesia, la plaza, el pueblo, nada. Sólo la muchacha.

Preá... otro nombre no tiene. Quien podría haber dicho era la vieja, pero murió sin que nadie se acordase de preguntarle. Para la mayoría del pueblo de Farinhada, hoy parece que él siempre estuvo allí, que siempre fue así, una cosa del pueblito como la iglesia, el puente sobre el riachuelo, los bancos de cemento de la placita. Pero alguien recuerda: llegó un día con la vieja a la que llamaba la abuela, medio ciega, medio sorda, medio corta del juicio. El niño, no se sabe que edad tenía... algo entre ocho y trece años. ¿Quién podría saber? Flaquito, arrugadito como todo hijo de la miseria. Dijeron que venían del Juá. Cualquier rincón de Paraíba tiene una calle, una hacienda, un sitio con ese nombre. Por lo demás, nadie preguntó mucha cosa: una vieja cerca de morirse y un chico viviendo sólo por terco... Neco Moreno dejó que se quedasen en los restos de la casita de adobe y paja, en el borde de su finquita, ya bien junto al pueblo. Preá amasó barro, tapó los agujeros, pidió paja de aquí y de allí, vivía emparchando el techo. Continuó siempre así, aquel capricho con la casa, alisando las paredes, arreglando rajaduras, hasta encalando... Preá hace todo solo, siempre hizo todo solo.

Preá no sabe qué cosa es ésta aconteciendo adentro de él. Comenzó cuando dio con los ojos en la chica. Una quemazón adentro del pecho, una nube en la vista que esconde todo lo que no es la muchacha, los oídos sordos para todo lo que no sea la voz de ella y un sentimiento que parece tristeza, pero no es. Por lo menos no es de aquella tristeza de cuando la abuela murió ni de cuando el perro desapareció. Preá no sabe lo que es. Enfermedad tampoco es, que muchas veces él se puso enfermo y era algo diferente. Puede ser el juicio aflojando. El pueblo ya dice que él es flojo de juicio, igual a la abuela. Ahora él se está quedando también ciego y sordo, igual a la abuela. Igual no. Es diferente, distinto de todo lo que él conoce.
La muerte de la abuela cambió poca cosa en la vida de Preá. La tristeza que le dio, poco a poco se fue acabando. De noche, solo, la casita parecía mayor y más vacía, por un tiempo. Lo demás, quedó todo igual, sólo que no necesita más llevar la lata de comida para casa. Apoyado en la puerta de la cocina de cualquiera, recibe el plato con lo que venga, come allí mismo, "gracias, doña, hasta mañana". Desde el comienzo hubo una especie de contrato, ni escrito ni hablado, entre Preá y el pueblo de Farinhada. El chico hacía cualquier servicio que pudiera, para quien pidiera, sin poner precio y ni recibir pago. Del otro lado, nadie le negaba una taza de café, un plato de comida, una ropa vieja o, cuando se hizo mayorcito, un trago de caña o un paquete de cigarrillo barato. Bueno como nadie para hacer un mandado que tenga prisa, llevar recados urgentes, llevar paquete, buscar la herramienta o el carretel que falta para terminar un trabajo. Fue creciendo, aprendiendo otros servicios, artes, se le pueden pedir muchas cosas. El contrato con el pueblo continúa igual. Preá, fiel, siempre en la placita o en la calle del medio, al alcance de un grito. Cuando no tiene servicio, se recuesta en la pared... espera. Jamás sale del pueblo. Su casilla en la punta de la calle es el límite del mundo. En el mundo rural de Farinhada, Preá es urbano, de la parca urbanidad de ese pueblito.
El día de Preá, que comienza cuando la barra del sol raya por encima de la Serra del Pilão, se vuelve de nuevo noche cuando la chica aparece en la plaza, alta la mañana. Es como estar durmiendo y soñando cosa nunca vista, belleza nunca imaginada. Muchas veces ya no oye cuando gritan por él, ya no ve cuando le hacen señas, ya no queda recostado en la pared de la bodega esperando un llamado, se pierde camino de los mandados, se confunde con los recados. Perdió todos los rumbos, menos el de la muchacha. En el rumbo de ella se desvía de todos los caminos, va cada día más lejos de todo, más cerca de ella. Ya se empieza a comentar en el pueblo que Preá no es más el mismo. "Se está poniendo más tonto, perezoso, ese niño..."
La chica allá sentada en la plaza, debajo del naranjo, cercada por las otras que quieren ser como ella, hablando, gesticulando, mostrándose. Los muchachos vuelven más temprano del rozado, se bañan, se perfuman, visten la ropa del San Juan y van a verla con la esperanza de ser vistos. Preá no tuvo ropa nueva en el San Juan, por fuera es el Preá de siempre, adentro sólo la luz de la chica. Preá, mariposa, llega cada día más cerca del naranjo, más cerca de ella. Al principio nadie notaba al chico allí parado, los ojos presos en la chica blanca. Tiene la invisibilidad de las cosas que siempre estuvieron presentes. Pero cuando Doña Inácia se cansó de llamarlo, sin respuesta, fue que toda la gente vio: "Preá está allá, hecho una bestia, mirando a la chica". "Eh, Preá, le está gustando la carioca? Mire, Leninha, Preá está loco por usted. ¿Quiere noviar, Preá?" Y el coro: "¡Preá enamorado! ¡Preá enamorado!" A ella le hizo gracia, hizo una seña: "Ven acá, mi bien, siéntate aquí cerca de mí." Él fue, llevado por el viento, por la mirada... por las piernas no fue, no las tenía más, ni brazos, ni cuerpo, sólo los ojos y el corazón hecho un tambor. No oyó los gritos, la risa, la burla. Vio la chica mirándolo a él, riéndo para él, la mano blanda tocando su rodilla. "Si me quieres de verdad, Preá, voy a noviar con usted. Sólo con usted y nadie más. Pero tiene que hacer una cosa para mostrar que me quiere mucho: el domingo quiero verte subir hasta la punta de la torre de la iglesia y tirarme un beso desde arriba."
Farinhada toda ya sabe del amor de Preá y de la exigencia de la muchacha. Apuestan que él sube, que él no sube. La torre de la iglesia es alta y fina como una aguja, como las de la tierra del padre Franz que la mandó hacer. Doña Inacia dice que es maldad de la muchacha, le dice a Preá que no suba. Pero el pueblo espera el domingo con más interés que el clásico juego del sábado contra el Itapagi Sporte Clube. "Preá es tonto, va a intentarlo"... Erlinda está haciendo empanadas para vender en la plaza durante el acontecimiento. Dijeron que viene un camión de gente de la finca Ventada sólo para ver.
Preá no vivió jueves, ni viernes, ni sábado. Nada vio, nada oyó, ni durmió ni despertó. Flotó desencarnado en alguna dimensión misteriosa. Volvió al mundo con el sonido de la campana. No ve la plaza llenándose de gente, los gritos, silbidos y aplausos. Sube, para arriba, más para arriba. No siente las palmas de las manos lastimadas, no siente las plantas de los pies ensangrentadas, no tiene miedo. Preá es leve, fuerte, puede todo, tiene alas. Más, un poco más... allá arriba, la chica, el beso. No se da cuenta que poco a poco la plaza se acalla, tensa, maravillada. Ahora, un poco más y su mano toca la cruz, se agarra. Preá respira todo el aire del mundo y mira: allá abajo el coche negro, la valija, la chica haciendo señas de adiós. Sólo cuando el coche que lleva a la muchacha desaparece a lo lejos, en una nube de polvo, es que la mirada de Preá, liberada, encuentra el horizonte. Desde allá arriba pasea, vaga, ve. Y Preá descubre qué vasto es el mundo.

MÁS DEMOCRACIA

MÁS CIUDADANÍA

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PARA LA VIDA, PARA EL 2009, PARA EL PAÍS

"Hoy nos encontramos en una nueva fase de la humanidad. Todos estamos regresando a nuestra casa común, la Tierra: los pueblos, las sociedades, las culturas y las religiones. Intercambiando experiencias y valores, todos nos enriquecemos y nos completamos mutuamente. (…)

(...) Vamos a reír, a llorar y a aprender. Aprender especialmente cómo casar Cielo y Tierra, es decir, cómo combinar lo cotidiano con lo sorprendente, la inmanencia opaca de los días con la trascendencia radiante del espíritu, la vida en plena libertad con la muerte simbolizada como un unirse a los antepasados, la felicidad discreta de este mundo con la gran promesa de la eternidad. Y al final habremos descubierto mil razones para vivir más y mejor, todos juntos, como una gran familia, en la misma Aldea Común, bella y generosa, el planeta Tierra."

Leonardo Boff, Casamento entre o céu e a terra. Salamandra, Rio de Janeiro, 2001.pg09

Hacia un Socialismo Nuevo La Utopía continúa

¿Qué cambios hemos experimentado en función de las lecciones que nos ha dado la historia? ¿Qué actitudes, qué acciones son de esperar hoy de una militancia socialista? Nadie nace socialista, el socialista se hace. Personalmente y comunitariamente. Hay valores referenciales, eso sí, que son columnas maestras del socialismo nuevo: la dignidad humana, la igualdad social, la libertad, la corresponsabilidad, la participación, la garantía de alimento, salud, educación, vivienda, trabajo, la ecología integral, la propiedad relativizada porque sobre ella pesa una hipoteca social.

La Utopía continúa, a pesar de todos los pesares. Escandalosamente desactualizada en esta hora de pragmatismo, de productividad a toda costa, de postmodernidad escarmentada. La Utopía de que hablamos la compartimos con millones de personas que nos han precedido, dando incluso la sangre, y con millones que hoy viven y luchan y marchan y cantan. Esta Utopía está en construcción; somos obreros de la Utopía. La proclamamos y la hacemos; es don de Dios y conquista nuestra. Con esta «agenda utópica» en la mano y en el corazón, queremos «dar razón de nuestra esperanza»; anunciamos e intentamos vivir, con humildad y con pasión, una esperanza coherente, creativa, subversivamente transformadora.

Pedro CASALDÁLIGA

Para probar si sos human@


UTOPÍAS


Cómo voy a creer / dijo el fulano
que el mundo se quedó sin utopías

cómo voy a creer
que la esperanza es un olvido
o que el placer una tristeza

cómo voy a creer / dijo el fulano
que el universo es una ruina
aunque lo sea
o que la muerte es el silencio
aunque lo sea

cómo voy a creer
que el horizonte es la frontera
que el mar es nadie
que la noche es nada

cómo voy a creer / dijo el fulano
que tu cuerpo / mengana
no es algo más de lo que palpo
o que tu amor
ese remoto amor que me destinas
no es el desnudo de tus ojos
la parsimonia de tus manos
cómo voy a creer / mengana austral
que sos tan sólo lo que miro
acaricio o penetro

cómo voy a creer / dijo el fulano
que la útopia ya no existe
si vos / mengana dulce
osada / eterna
si vos / sos mi utopía


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Escrito por "Mario Benedetti"
Tomado de "Praxis del fulano" del libro "Las soledades de babel"

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