lunes, 12 de julio de 2010

La Independencia, una conciencia histórica Ciudadana.

La independencia es un concepto que ahonda sus raíces en la historia, crece y se renueva con las generaciones.

Se ve en la plaza de Chilecito copada por los rostros jóvenes que reflejan alegría y convicción. Esa es una fuerza que necesita el cauce para avanzar, mientras confluye en una demanda clara y poderosa.

Son jóvenes, pero también están los viejos, sus viejos renovados por dentro y por fuera, marchando codo a codo, trabajadores, hombres, mujeres y niños, militantes de todas las luchas por la justicia, unidos por encima de todas las causas en una consigna: el Famatina No se Toca.

Es el día de la independencia, la gran causa nacional, una fecha fundacional de la patria.

Y la patria es mucho más que la tierra de los padres. Es el lugar en el mundo al que cada uno pertenece. El que no tiene patria es un paria. La patria es el lugar donde se edifican los sueños, donde se amasan como el pan de cada día, por generaciones. Es el sueño colectivo cocinándose a través de los años. Son las promesas cristalizadas en la constitución nacional y que desde el preámbulo propone constituir la unidad nacional, para afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad.

Sólo interpretando la fuerza movilizadora de ese gran proyecto nacional, es posible entender profundamente el sentido de la fe ciudadana, que se expresa en un acto de participación masiva como esta asamblea pública. Es la confianza en la conciencia colectiva de los pueblos, que no cede ante las intenciones o los intereses de las minorías dominantes hacia adentro, pero dominadas desde afuera, que se arrebatan el poder y con el poder, los beneficios del esfuerzo comunitario.


Es la ciudadanía, que viene haciendo camino por la historia, es la convicción de que el mejor modo de convivencia es la democracia, ese decidir con todos, entre todos y en beneficio de todos. El proyecto de vivir bien. Es darle verdadero sentido a la pregunta de Laprida en aquél 9 de julio hace casi doscientos años: ¿Queréis ser libres e independientes de España y de toda otra dominación extranjera?


Pensar en el día de la Independencia así, refuerza la mueca grotesca que simboliza el viaje del gobernador a China, para rendirle nuestros bienes comunes a la voracidad de la potencia que emerge como nuevo estado metrópoli, ante la que sucumben los vasallos del mundo.


Sin embargo, ese pueblo al que siempre se le niega la ciudadanía, que se convoca sólo para votar en elecciones nunca claras, manipuladas antes, durante y después, no se resigna, y demuestra su honestidad sosteniendo con valentía, las eternas promesas de la patria.

Por eso el puñado de almas, que se hace muchedumbre en las calles, carga el arma más poderosa de los pueblos: su conciencia histórica. De allí surge el concepto de justicia, su vocación solidaria, la demanda permanente de equidad. Ese pueblo que se asume ciudadano, que se reconoce en las mismas aspiraciones, estuvo en la plaza, para decirle no a la voracidad de las ganancias a cualquier precio. Salió a la calle, a poner la cara, el cuerpo y el alma, para expresar esa disposición de dignidad, de respeto y también de coraje.

Con sus errores y virtudes, ese Día de la Independencia, fueron miles para reafirmar el voto histórico y unánime del Congreso de Tucumán y de generaciones que crecieron al amparo de un desafío-promesa para todos: el gran proyecto nacional y popular, la patria libre, justa y soberana.

Y la noticia, para los maestros del ninguneo, los que replican los dictados de los despachos, los que ponen su voz al precio miserable de una dádiva; es que contrario a las predicciones, no son pocos los que se juntan para encauzar la historia del lado de las mayorías. Si, no son pocos, y cuando cuaje la reacción su voluntad tendrá el carácter turbulento de muchos movimientos sociales que vienen floreciendo la Suramérica andina.

Y muchos son, por que entienden la importancia de ese proceso histórico, algunos lo intuirán o lo asumen por haberlo escuchado, aún como un eco lejano y silencioso. Es el rumor del pueblo. Porque ese pueblo, que forman las personas sencillas de nuestro continente, no tiene el afán de protagonismo del figurante que hace alharaca en la explanada principal.

Para los habitantes de valles y quebradas, de cerros y llanuras, la verdadera dimensión de la vida es la comunidad, el encuentro con los otros, el trato de tú a tú, como dicen nuestros viejos, de igual a igual, que pone en valor el silencio y la prudencia, muestra del carácter que hace falta para pasar a la acción en los momentos decisivos.


Esa humildad llana y sencilla, viene de una forma de ver diferente, de unos ojos acostumbrados a mirar profundo. Por eso es tan difícil el pueblo de nuestra América para los manipuladores, farsantes o aprovechados. Ellos nunca saben, ni podrán saber cuándo ni cómo les devolverán golpe por golpe, ofensa por ofensa, humillación por humillación, despertando de repente del discurrir desinteresado de cada día.
Se diría que en el alma de esas gentes anónimas, o discretas las más veces, hay una balanza que pesa en silencio y con cuidado, cada gesto, cada palabra, cada señal, para decidir finalmente.

Como en este día de la Independencia, a pesar de las letanías agoreras, los rebuscados gestos de suficiencia o prepotencia; lentamente se fueron juntando y de a poco fueron miles, sin temor, sin miedo, movilizados comunitariamente.


Porque ya no se puede creer en las fabulas de los espejitos y las cuentas de colores, con que se intenta ocultar como entraron a sangre y fuego, con la cruz y la espada, los adelantados de un modelo de civilización o desarrollo que despreciando la vida sembraba muerte y desolación, para apoderarse de todo. Es una historia que conocemos, porque está impresa en nuestro código genético. También la memoria de nuestras luchas por la independencia.

Es el problema de los dirigentes, de los que se arrogan la representación popular, creer que tienen poder para todo y para siempre. No se puede ir en contra de la historia. José Martí enseñaba que el destino de América se realizará con el Indio y no en contra del Indio o a pesar del Indio. Dirá por aquí, el pastor asesinado en Punta de los Llanos, hay que seguir andando, nomás.-

"Hoy nos encontramos en una nueva fase de la humanidad. Todos estamos regresando a nuestra casa común, la Tierra: los pueblos, las sociedades, las culturas y las religiones. Intercambiando experiencias y valores, todos nos enriquecemos y nos completamos mutuamente. (…)

(...) Vamos a reír, a llorar y a aprender. Aprender especialmente cómo casar Cielo y Tierra, es decir, cómo combinar lo cotidiano con lo sorprendente, la inmanencia opaca de los días con la trascendencia radiante del espíritu, la vida en plena libertad con la muerte simbolizada como un unirse a los antepasados, la felicidad discreta de este mundo con la gran promesa de la eternidad. Y al final habremos descubierto mil razones para vivir más y mejor, todos juntos, como una gran familia, en la misma Aldea Común, bella y generosa, el planeta Tierra."

Leonardo Boff, Casamento entre o céu e a terra. Salamandra, Rio de Janeiro, 2001.pg09

Hacia un Socialismo Nuevo La Utopía continúa

¿Qué cambios hemos experimentado en función de las lecciones que nos ha dado la historia? ¿Qué actitudes, qué acciones son de esperar hoy de una militancia socialista? Nadie nace socialista, el socialista se hace. Personalmente y comunitariamente. Hay valores referenciales, eso sí, que son columnas maestras del socialismo nuevo: la dignidad humana, la igualdad social, la libertad, la corresponsabilidad, la participación, la garantía de alimento, salud, educación, vivienda, trabajo, la ecología integral, la propiedad relativizada porque sobre ella pesa una hipoteca social.

La Utopía continúa, a pesar de todos los pesares. Escandalosamente desactualizada en esta hora de pragmatismo, de productividad a toda costa, de postmodernidad escarmentada. La Utopía de que hablamos la compartimos con millones de personas que nos han precedido, dando incluso la sangre, y con millones que hoy viven y luchan y marchan y cantan. Esta Utopía está en construcción; somos obreros de la Utopía. La proclamamos y la hacemos; es don de Dios y conquista nuestra. Con esta «agenda utópica» en la mano y en el corazón, queremos «dar razón de nuestra esperanza»; anunciamos e intentamos vivir, con humildad y con pasión, una esperanza coherente, creativa, subversivamente transformadora.

Pedro CASALDÁLIGA

Para probar si sos human@


UTOPÍAS


Cómo voy a creer / dijo el fulano
que el mundo se quedó sin utopías

cómo voy a creer
que la esperanza es un olvido
o que el placer una tristeza

cómo voy a creer / dijo el fulano
que el universo es una ruina
aunque lo sea
o que la muerte es el silencio
aunque lo sea

cómo voy a creer
que el horizonte es la frontera
que el mar es nadie
que la noche es nada

cómo voy a creer / dijo el fulano
que tu cuerpo / mengana
no es algo más de lo que palpo
o que tu amor
ese remoto amor que me destinas
no es el desnudo de tus ojos
la parsimonia de tus manos
cómo voy a creer / mengana austral
que sos tan sólo lo que miro
acaricio o penetro

cómo voy a creer / dijo el fulano
que la útopia ya no existe
si vos / mengana dulce
osada / eterna
si vos / sos mi utopía


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Escrito por "Mario Benedetti"
Tomado de "Praxis del fulano" del libro "Las soledades de babel"

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