Nuestra convicción no es que esto se realizará, sino que se realiza ya, en el sufrimiento y la obstinación del combate. Por ello, por encima del dolor de los hombres, a pesar de la sangre y de la ira, a pesar de los muertos irremplazables, de las heridas injustas, de las balas ciegas, no hay que pronunciar palabras de dolor, sino palabras de esperanza, de una terrible esperanza de hombres a solas con su destino.
Este enorme París negro y cálido, con sus dos tormentas, en el cielo y en las calles, nos parece, en fin, más iluminado que aquella Ciudad Luz que nos envidia el mundo entero. Estalla con la luz de la esperanza y del dolor, tiene la llama del coraje lúcido y todo el resplandor, no sólo de la liberación, sino también de la libertad cercana.
Albert Camus (Combat, 24 de agosto de 1944).
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